La Buena Noticia que has experimentado no es para ser guardada: la vida de Cristo provoca un agradecimiento y una alegría que no se pueden contener. Tu testimonio de cómo el Señor ha tocado tu corazón es importante también para otros. ¡Compártelo! Es lo que hacen, y nos enseñan a hacer, nuestros misioneros y misioneras.
El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20), es una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. Esta misión es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia: “Ella existe para evangelizar” (S. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos, lejos de ser seducidos para recluirse en una élite, fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y la nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio. Por eso me gusta pensar que “aun los más débiles, limitados y heridos pueden ser misioneros a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades” (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 239).
Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras (cf. Mt 5,13-14).
A continuación podrán ver la recaudación obtenida en el Colegio gracias a vuestros donativos. Compartir y dar lo que uno tiene es AMOR.

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