
Cuentan en las vidas de los padres y madres del desierto, que a un monje le preguntaron: «¿Pero qué haces tanto tiempo en el silencia?». Y él respondió: «Estoy dejando que la luz salga».
En medio de tiempos difíciles para tanta gente, cuando necesitamos tender las manos y tejer redes que puedan sostener a aquellos que pasan necesidad, el Adviento se presenta ante nosotros como un camino compartido, no podemos recorrerlo solos. Cada semana es una invitación que nos va llevando a descentrarnos de nosotros mismos y a recentrarnos en Otro y en los otros; a caminar juntos hacia un horizonte de esperanza. Nos dice el Papa Francisco: «¡Cómo deseo que los años por venir estén impregnados de misericordia para poder ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios!». El profeta Isaías, Juan el Bautista, Isabel y María…, nos conducen en este camino compartido del Adviento a prepararnos para impregnar de misericordia nuestros caminos.

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